No sé vos, pero yo conozco cada cabeza dura…
Ya saben de que se trata, cómo es la cosa, cómo se hace, y cómo tendrías que hacerlo vos. No les vayas con ideas nuevas porque les duele la cabeza.
A veces podés guardar tu opinión y otras veces los adjetivas con palabras que refieren a entes de forma oval o redonda.
No saben lo que se pierden, es como tener la felicidad guardada en una caja fuerte, para que no se te pierda.
Lo mismo hacen con el cerebro, cerrado con candado; no les pidas que piensen en algo que no conocen, porque no lo tienen a mano para poder evaluar y elegir.
¿A mí me querés enseñar?
Un riesgo tremendo para la salud de nuestro cerebro, son las ideas y conceptos muy arraigados, esos que no hacen lugar a otras posibilidades, sobre todo opiniones y posturas de otros a los que no queremos ni escuchar.
Es muy frecuente quedarnos clavados en nuestra «razón» sin considerar la de otros y creyendo que nuestra razón es la verdad.
De esta manera el cerebro se va cerrando, no crece, no investiga, no asocia, no genera nuevas conexiones sinápticas, se inutiliza.
Cuando sos un niño, tu cerebro es como una esponja de aprender, es elástico y absorbe rapidísimo. No es cuestión de metáforas, si dejás de usarlo, se te endurece de verdad. ¡Creéme cabezón!
¿Vos sos asi? …Ups…
Nuestro cerebro nunca deja de aprender a menos que dejemos de enseñarle.
Podés modificar la inercia pseudo inteligente, siempre y cuando quieras salir de esa llamada «zona de confort», que viene a ser algo así como «estoy mal, pero acostumbrado».
Tenés todas las herramientas a disposición para convertirte en quien quieras ser o mejor dicho, quien realmente sos.
Que te quede claro que hablamos de modificar tus comportamientos y sacar a relucir tus dones, los «superpoderes» los dejamos para otra charla.
El cerebro puede aprender toda la vida y la mayor parte de su potencial la tenemos en desuso.
El encierro, la terquedad, el miedo, las creencias, los dogmas y los mandatos, lo paralizan, lo congelan, así que por ese camino es absurdo pensar que puedas cambiar algo.
A diferencia de los adultos, que tenemos mucha experiencia, los chicos hacen cosas increíbles, porque no saben que son imposibles.
Mirale la cara a un bebé cuando descubre algo.
Si vivís preguntando, aprendiendo, jugando y sorprendiéndote, igual que un niño, tu velocidad de procesamiento se incrementa, tu creatividad se agranda y sentís la felicidad de lograr cosas que, para el adulto que sos, resultaba imposible.
«No pretendas resultados distintos haciendo las mismas cosas.»
Es posible «abrir nuestra cabeza» mediante prácticas tan simples como hacer algo que nunca hayamos hecho o modificar la forma en que lo hicimos siempre.
¡Animate, probá! Te vas a matar de risa, y eso le hace bien a tu cerebro.
Vas a conocer aspectos tuyos que no conocías, y entender tus problemas o dificultades desde otra perspectiva haciendo mucho más fácil la solución.
Vas a poder entenderte mejor y entender mejor a los demás.
Observá que hay quienes se sienten bien de verdad y los detectas porque contagian buena onda, escuchan, respetan, ríen, pueden estar tristes, pero no se la pasan lamentándose y no le echan la culpa a nadie ni a nada, de hecho son generosos y colaborativos.
¿Querés que yo te diga cómo hacen?