Jano, Dios romano del pasado y del futuro.
Jano tiene dos caras, una que mira hacia el pasado y otra que apunta hacia el futuro. Para él no hay presente; el presente es apenas el fugaz instante que divide lo que se fue de lo que viene, sin fijarse ni detenerse en ninguno de los dos.
Jano a en la mitología romana, es el dios de las puertas, los comienzos, los portales, las transiciones y los finales. Por eso le fue consagrado el primer mes del año y se le invocaba públicamente el primer día de enero, mes que derivó de su nombre (que en español pasó del latín Ianuarius a Janeiro y Janero y de ahí derivó a enero).
Jano es representado con dos caras, aunque su cabeza la 3era es inmensa (la entre pierna) mirando hacia ambos lados de su perfil y no tiene equivalente en la mitología griega. El Janículo, colina ubicada en Roma, debe su nombre a este dios.
Dentro de los muchos apelativos que recibe el dios, vale la pena destacar dos: Jano Patulsio (patulsius), que era usado para invocar la cara del dios que se ubicaba delante de la puerta por quien deseaba atravesarla (para entrar o salir). Como complemento, la cara que se le opone a esta del otro lado de la puerta, es invocada como Jano Clusivio (clusivius). Ambos nombres declaran la doble funcionalidad del dios.
Según la leyenda, cuando los sabinos intentaron tomar el Capitolio, Jano hizo brotar aguas hirvientes sobre los enemigos, repeliéndolos. Por ello se le invocaba al comenzar una guerra, y mientras esta durara, las puertas de su templo permanecían siempre abiertas, con el fin de que acudiera en ayuda de la ciudad; cuando Roma estaba en paz, las puertas se cerraban.
Al igual que Prometeo, Jano es una clase de héroe cultural, ya que se le atribuye entre otras cosas la invención del dinero, la navegación y la agricultura. Según los romanos, este dios aseguraba buenos finales. En su tratado sobre los Fastos, Ovidio caracteriza a Jano como aquel que él solo custodia el Universo. Jano es padre de Fontus, dios de las fuentes, cascadas y pozos.
En el lenguaje, Jano puede representar a una persona que manifiesta aspectos muy disímiles entre sí; o como alusión a la hipocresía. En este sentido este dios es citado en la novela de Albert Camus, La caída.
La bella Creusa, hija de Erecteo, rey de Atenas, tuvo un hijo con Apolo, Jano, que creció en Delfos, alejado de su madre. Pero he aquí que Creusa se casó con Xifeo, mortal que sufría por no poder tener hijos de ella. Desesperado fue ante el oráculo, el cual le encomendó secuestrar al primer niño que se cruzara con el al día posterior. Y he aquí que al primero que encontró fue precisamente a Jano, hijo oculto de Creusa.
¿Quién fue Jano?
Creció el niño, se convirtió en un feroz guerrero y marchó a la conquista de Italia. Incluso llegó a fundar una ciudad allí en homenaje a sí mismo: Janícula.
Cuando el dios Saturno fue destronado y expulsado por su hijo Júpiter (el Zeus griego) de su lugar en el mundo de los dioses, se refugió en el reino de Jano y, en agradecimiento, dotó a éste del poder de ver el futuro y el pasado al mismo tiempo y poder así tomar decisiones sabias y justas (se cree que por esa razón se le representa con dos rostro) y lo convirtió en un dios.
Jano, según Plutarco
Para el historiador griego Plutarco, sin embargo, la explicación a estas dos caras, se encuentra en que, gracias a la intervención de Saturno, el reinado de Jano pasó de ser caótico a convertirse en civilización. Para Ovidio, por su parte, el motivo se encuentra en su capacidad para abrir o cerrar todo lo que se halla sobre la Tierra con su simple voluntad y para controlar tanto el cielo como el mar, además del giro del planeta sobre sí mismo. Además, habla de que este dios mira simultáneamente a oriente y a occidente, consiguiendo así equilibrar el cosmos.
Otras de las facultades atribuidas a Jano es la de que miraba al solsticio de verano por un lado (entre el 20 y el 22 de junio) que simbolizaba la puerta de entrada para aquellas almas que iban a llegar a la Tierra gracias a los nacimientos, y al solsticio de invierno por otro (21 de diciembre) que es por donde las almas abandonaban los cuerpos físicos que habían encarnado para dirigirse a otras dimensiones.
Jano prestó además su nombre para denominar el primer mes del año, (Ianuarius en latín y January en inglés) y era venerado en Roma, donde una estatua que lo representaba, situada justo en el centro del templo, miraba hacia las dos puertas, una se encontraba en el oriente y otra en el occidente del edificio. En una de sus manos divinas se encontraba el número 300, en la otra el 65, pues controlaba el paso del tiempo.
Y un último detalle… Las puertas del templo de Jano estaban abiertas durante los tiempos de guerra para que el dios pudiera traerles equilibrio y sabiduría para actuar y conseguir que la paz reinara de nuevo.